La Calma entre la Desesperación.
Hace unos meses atrás viví, o mejor dicho, sentí en carne propia lo que es la impotencia de vivir en un país donde estás desprotegido, en todos los sentidos. Que la desesperación hace que te pierdas en el espacio y tiempo donde estás y lleve a que te preguntes:¿Por qué a nosotros? ¿Habrá alguna salida a esto?, pero pasa que no recibes respuesta alguna y tu subconsciente es el que te responde diciendo: "después de la tormenta, tarde o temprano sale el sol".
En el mes de junio aproximadamente, recibí en casa a un tío muy querido, con una edad algo avanzada, de pocos recursos, de nacionalidad colombiana y que traía consigo desde su nacimiento una condición que no lo impedía en nada (sordomudo). Llegó un poco enfermo, y pues a su edad de 86 años era menester que le brindaramos toda nuestra atención. Lo llevamos a varias consultas médicas, y los diagnosticos eran los mismos -solo una picadurá que con solo una pomada o loción hará bajar la infección e inflamación-. Dicho esto, lo traémos de vuelta a casa, pero pasan los días y esa infección no mejoraba, esa picada creó un hoyo en su piel que nos alarmó y decidimos llevarlo a un "oncólogo" para despejar cualquier duda; pero resultó ser nuestras sospechas ciertas: "cáncer de piel".
La situación tan crítica en la que vivimos los venezolanos hizo que todos en la familia entraramos en un estado de shock y entre nosotros mismos nos preguntaramos"¿Que haremos?,¿Donde conseguiremos las medicinas?, ¿Si podremos sobrellevar tal situación?. Buscamos diferentes alternativas en institutos, y la respuesta siempre fué -En Venezuela llega muy pocas medicinas para los pacientes de oncologia, y los tratamientos solo se aplican a venezolanos, por ende, no podremos brindarle nuestra atención al señor-.
Entramos en pánico, pero recordamos que él antes de venir a Venezuela poseía un seguro médico en su país de origen, y pues se hizo todas las diligencias necesarias para asegurar si podía hacer uso de el a pesar de haber dejado hace muchos años ese país. La respuesta a eso fué muy alentadora.
El día que decidimos llevarlo a Cúcuta(Colombia), un mes después del diágnostico alarmante, tomamos un autobús, que salía directo del terminal de pasajeros San Cristobal-San Antonio. Muy débil, con la impresión de nosotros de que esa enfermedad fuese apoderandose de él tan rapido, lo bajamos del bus en la redoma de la parada final. Agarrados de manos y caminando lentamente el abuelo se nos desmaya, no podía respirar... ¡El mundo se nos vino abajo! en medio de ese ambiente tan agobiante de tráfico de personas pasando al otro lado de la frontera. ¡Gracias a Dios existen angeles terrenales! y a nosotros llegó uno... una señora de esas que trabajan en el puente internacional ganandose lo que pueden, con una silla de ruedas.
Entre desesperación y lágrimas de ver al tío inconsciente, sentimos la calma por unos segundos: una ambulancia de lado del territorio colombiano. Sucede y acontece, que al fin y al cabo esos servicios estan allí de adorno,¿Por qué?. Porqué resultó que dicho servicio tenía un costo para ese entonces de 100.000 pesos colombianos, ¡al cambio de moneda venezolana, ustedes me dirán!
Un taxista pirata, nos ofreció su ayuda, y nos ayudó a llevarlo al centro médico más cercano. Llegar a ese centro asistencial, y ver la diferencia en todo, desde el trato a como te brindan los insumos si siquiera tener que salir a una farmacia, fué impresionante.
Pasado el tiempo, con un mes en una clínica internado (Jamás se puede ir en contra de los designios de Dios), el tío se despidió de sus sobrinas y pues me quedo con la satisfacción de haberlo ayudado con mi presencia y mi atención (horas y dias en la clinica atendiendolo), a pesar de ese sabor amargo que se siente, de vivir en un país donde si no se van tus seres queridos a otro país, se van al reino celestial por no tener como detenerlos un poco más.
¡VENEZUELA, PRONTO VERÁS LA LUZ DEL SOL!
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